El cielo de la cuadra

 


Suele decirse que Quito es una ciudad alocada, un pueblo con complejos de ciudad en la que toda una vida puede cambiar en minuto, es arriesgada pero cobarde, limpia pero sucia.
Uno de sus elementos más alocados es el clima, ya que en un día, podemos pasar de granizo y lluvias torrenciales a un sol descomunal en unos pocos minutos.
Por esa razón decidí hacer un registro fotográfico, observando el cielo en un día a distintas horas.

El amanecer: Sobre la desértica calle, el sol muestra sus primeros rayos resplandecientes que intentan surgir detrás de la montaña. Las nubes diluidas se reniegan a desaparecer y contienen con esfuerzo, la poca luz que les llega por detrás ya reposa sobre un lado de la cuadra, todo sigue dormido pero quiere empezar a despertarse.

Mañana temprana: El sol elevada, refleja sobre los aún inactivos comercios, los coches de lata se quedan como mosquitos caídos y las nubes evaporadas quieren unirse de nuevo, el día quiere comenzar.

Medio día: Y en unas pocas horas, el azul del cielo se aproxima más intenso que nunca, las nubes se han unido y parecen pompas de algodón, una masa gaseosa que decora de color blanco ese cielo azul, pero da paso a que la luz del sol caiga directamente sobre los autos, porque la gente aun no se atreve a quedarse bajo él, él día parece bonito pero la gente no opina igual. El taxi se queda tranquilo y como no se mueve de ahí, será el sol de abajo.

Tarde: Es hora de descanso, las nubes han ganado la batalla con el frondoso cielo azul de hace unas horas. Entre este blanquecino cielo, aun no ha perdido la batalla, la frondosa montaña del fondo. El ambiente se puso triste en unos minutos.

Atardecer:  El sol se oculta y combate contra las nubes, hay suaves luces anaranjadas. Todo está oscureciendo, luces pequeñas contra una posible nueva oscuridad y un nuevo día que no será un ciclo del todo, será un revoltijo.




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