Sinfonía de mi ciudad

 Trolebús

Si tuviera que representar a mi ciudad, tomaría el circuito 1 del trolebús desde la Y hasta El Recreo. No abordaría una de las nuevas unidades, son nefastas y ni siquiera son eléctricas, van a gasolina y huelen a plástico. Abordaría una unidad viejita de esas que tocan canciones electrónicas. Me colocaría en el medio justo en el tembloroso acordeón dónde un montón de gente se sostiene como en montaña Rusa. La gente que pasa por ahí es muy diversa y hasta podríamos dividirlos por grupos, cada uno se baja dónde le gusta y cada parada es un escena.

La línea del trole atraviesa la ciudad por lo vertical, distintas realidades bajan de su montaña, oriente y occidente, los vecinos del medio se quedan viendo de frente. Un hombre con gafas negras de pronto sube a cantar, según él no ve pero logra sostenerse del barandal cuando el bus frena, prende un viejo parlante que contiene una estruendosa pista de tecnocumbia, sorprendentemente canta muy bonito, para mala suerte del hombre, su voz se pierde entre los murmuros de la gente. Le doy unos centavos, no le agrada mucho el valor pero agradece, no me importa si ve, aun así canta bonito.

Él único alivio del trole es que no se sube ningún exdelincuente o al menos no te dicen que lo fueron... todo cansa unos segundos después, aunque el trole avanza, las ganas de salir por el poco aire que queda, hacen que las ganas de salir aumenten. Al aproximarse por la ventana se pueden ver cambios de realidades instantáneos, pasamos del joven al abuelo, del rico al pobre, en menos de dos segundos. Llegamos a la Alameda, estuvimos por muchos lados más pero realmente no nos fijamos, pero desde aquí todo se siente diferente, más antiguo, el gran trolebus se ahoga un poco al recoger las estrechas calles, está maquina no va a motor a gas, ese sonido electrico nos hace sentir como una máquina del tiempo, llegamos al centro, todo es viejo pero bonito, olvidado pero cuidado.

Salimos del centro y todo se va desgastando, es el Sur de Quito, un lugar que no es especialmente feo ni bonito, tan solo es diferente, un lugar que ni los quiteños conocen pero existe y es hasta más grande que lo que supuestamente se conoce. Todo cambia, hasta el trole va en contravía.

Pero me acobardo, no quiero explorar más allá, me bajó en el Recreo, es un centro comercial enorme, mucho más que los lujosos comercios del norte, el aire huele diferente, la gente es diferente. La ciudad quiere conocerse a sí misma pero no puede.





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